Hay en el
barrio del Ángel Gris dos calles -nadie sabe cuales- que son las calles de la
vida y de la muerte.
Son aparentemente paralelas y no deberían cruzarse jamás.
Pero un día cada siete años, un día que nadie conoce, las dos calles se entrevistan en secreto y forman una esquina mágica.
Son aparentemente paralelas y no deberían cruzarse jamás.
Pero un día cada siete años, un día que nadie conoce, las dos calles se entrevistan en secreto y forman una esquina mágica.
En el buzón hay mil cartas. Dentro de uno de los sobres hay un papel azul y en el papel hay una palabra, una sola, escrita con tinta sutil.
En esa sola palabra se condensa todo el saber del universo.
Dentro de los otros sobres hay otras palabras, pero son palabras falsas, que solo sirven para engañar y confundir a los hombres.
Hay que acertar la calle y reconocer el dia exacto y la hora presisa para llegar a la esquina secreta.
Hay que abrir el buzon y adivinar cúal de las mil cartas es la verdadera.
Es difícil.
Los hombres sensibles de nuestro barrio lo saben.
Saben también que aún teniendo la inmensa suerte de encontrar la esquina y la carta, no podrían leer la palabra, pues la tinta se borra con la luz.
Saben también que es probable que la palabra no signifique nada para ellos.
Pero día tras día, noche tras noche, la muchachada camina y recamina las calles del barrio buscando la esquina secreta.
Alejandro
Dolina
(Crónicas del
Ángel Gris)
Ciencia
En un lugar de
los vastos arenales de Marte hay un cristal muy pequeño y muy extraño.
Si alzas el
cristal y miras a través de él, verás el hueso detrás de tu ojo, y más adentro
luces que se encienden y se apagan, luces enfermas que no consiguen arder, son
tus pensamientos. Si oprimes entonces el cristal en el sentido del eje medio,
tus pensamientos adquirirán claridad y justeza deslumbrantes, descubrirás de un
golpe la clave del universo todo, sabrás por fin contestar hasta el último
porqué.
En algún lugar
de Marte se halla ese cristal.
Para
encontrarlo hay que examinar grano por grano de los inacabables arenales.
Sabemos,
también, que, cuando lo encontremos y tratemos de recogerlo, el cristal se
disgregará, sólo nos quedará un poco de polvo entre los dedos.
Sabemos todo
eso, pero lo buscamos igual.
Héctor
Oesterheld
Utopía
Ella está en
el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez y el
horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, sé que nunca
la alcanzaré. ¿Para qué sirve entonces la utopía? Para eso sirve, para caminar.
Eduardo
Galeano
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