En esta entrada van a encontrar un documental producido por Canal Encuentro y relatado por Felipe Pigna, junto con un poema de Mario Benedetti. También el prólogo del informe de la Conadep, más conocido como Nunca más. Luego una entrevista del año 2009 a Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes del hecho conocido como La noche de los Lápices, y testigo fundamental para que ese suceso se conozca.
Documental Canal Encuentro
Poema de Mario Benedetti
Hombre preso que mira a su hijo
Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quien se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.
Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos.
Realmente no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan solo una palabra aguda
que muerte era tan solo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.
Olvidaban poner el acento en el hombre.
La culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y estos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.
Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.
Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos.
Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.
Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.
Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.
Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.
Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas, hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.
Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.
Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa.
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.
Por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.
Llora nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos.
Gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse.
Llorá
pero no olvides.
Nunca Más -
Informe de la Conadep - Septiembre de 1984
Durante la década del 70 la Argentina fue
convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de
la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así
aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción
de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero
esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para
combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales
ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en
juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los
servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un
detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia
puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».
No fue de esta manera en nuestro país: a los
delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo
infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976
contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando,
torturando y asesinando a miles de seres humanos.
Nuestra Comisión no fue instituída para
juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la
suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida
nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y
testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares
clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas
documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más
grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos
esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que
hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda
considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los
crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus
consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más
elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y
calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.
Son muchísimos los pronunciamientos sobre
los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro
tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en
las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este
siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia,
estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni
aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el
derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir
condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución
sumaria.
De la enorme documentación recogida por
nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica
y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera
esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares
secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no
atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo
podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo
un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información
que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra
información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por
sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí
están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de
Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros,
el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las
órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor
universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban
los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una
hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos
planificados.
Los operativos de secuestro manifestaban la
precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras
en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las
fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías
correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa,
comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a
padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos,
se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban
y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de
comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se
partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras
que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que
entrais».
De este modo, en nombre de la seguridad
nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta
adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los
Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en
castellano en toda la prensa del mundo.
Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener
presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde
estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades
no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus celdas, la
justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el
silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador
arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la
noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días,
semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos
pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de
gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de
alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios.
La respuesta era siempre negativa.
En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la
idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que
fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el
miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a
justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo
así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a
los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes,
porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo
sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la
tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido
en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo
tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico,
encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» ,
«materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» ,
todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta
adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores.
Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple
mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro
estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y
sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas
y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas
miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que
había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura.
Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los
cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían
en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban
vivos a manos de los represores.
Desde el momento del secuestro, la víctima
perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior,
confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante
de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar,
con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo
no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la
sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su
mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo
poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso
mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.
De estos desamparados, muchos de ellos
apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar
cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más
alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a
represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del
mal.
Con tristeza, con dolor hemos cumplido la
misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la
República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos
rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han
borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y
hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las
denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron
salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras
motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.
En el curso de nuestras indagaciones fuimos
insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de
arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia», de
la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores
que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de
los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación
nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no
es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza;
sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido
las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber
reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una
justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por
tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad
civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a
los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así,
correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta.
Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas
herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza,
llevaron la libertad a medio continente.
Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo
una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos
tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de
1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el
contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos
una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus
crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos,
cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los
familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente,
porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo
argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer
infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero
publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron
minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.
Las grandes calamidades son siempre
aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió
la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de
1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de
preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y
salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así
podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que
nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.
Entrevista a Pablo Díaz
2009
Qué definición podría dar de cómo eran los estudiantes en
esa época: ¿que leían,
qué ideales perseguían?
Principalmente
existían compañeros que tenían un liderazgo intelectual muy marcado por que
estudiaban mucho. Había otro tipo de militantes que se relacionaban con estos a
través del barrio donde vivían. Yo no era de los que más leía, pero era de los
que me relacionaba con amigos del barrio que ya venían militando en
organizaciones políticas partidarias. Principalmente muchos de nosotros somos
los hermanos menores de nuestros hermanos mayores que iban a la universidad
principalmente en la década del 70, donde muchos de nosotros empezamos por la
propia edad. Con 14, 15 y 17 años, empezamos porque nuestros hermanos estaban
en la universidad y ahí vivían una efervescencia mucho más dinámica que la
nuestras.
Se juntaban dos
cosas: primero la militancia de nuestro hermanos mayores; segundo la legalidad
de la militancia política partidaria, como en nuestras casas, casas peronistas,
donde se sabe que tomaban una concepción de la resistencia que venía de 1955,
legalizada en ser peronistas dentro de su propia casa y constantemente tratando
de ver la vuelta de Perón.
El que estaba en
le partido intransigente, por así decirlo, en el advenimiento del año 72, 73,
también era bastante nutrido en la universidad. El combo de cómo funciona
nuestra militancia tenia mucho que ver primero por una concepción de legalidad
de la posibilidad y de militancia dentro de las casas; nuestro padres no
cuestionaban, al contrario, si eras peronista te motivaban y sino también te
motivaban por el hecho propio de que no era lo que te podía llegar a pasar en
una concepción de desaparecer como se la conoce hoy. Después, la efervescencia
de la posibilidad de la vuelta de Perón, significó en la juventud la
posibilidad de tener un objetivo claro de generar rebeldía. Todo lo que
podíamos llegar a tener, lo volcábamos ahí.
Mi familia vive
aún en 10 entre 40 y 41, muy cerca de Plaza Italia. A Plaza Italia la nombro
como un hecho muy marcado por que era donde se llevaban a cabo las
movilizaciones peronistas en la década del 70. Y generalmente como siempre se
reprimía, todos pasaban por el frente de casa corriendo y eso me llevó a tener
contacto en lo que real que era el peronismo en sí.
Me acuerdo que
mi primer experiencia, cuando tenía 8 o 9 o 10 años, era que me iba con mis
amigos a Plaza Italia. El folclore peronista la verdad que atraía mucho: el tema
de los bombos, el tema de los cantos, el tema que reunía a muchos jóvenes. Y
después, en mi propio barrio, un barrio que tiene muchos desaparecidos al día
de hoy, había una barra de la esquina 10 y 40, muy famosa porque había un
almacén en ese lugar donde se juntaban todos nuestros hermanos mayores.
Nosotros escuchábamos la participación política y en esa cuadra había como dos
o tres unidades básicas y un comité radical a la vuelta, así que la concepción
en la participación política era cotidiana.
Pero encontré a
mi mejor amigo de esa barra, que venia de sectores de izquierda en la juventud
guevarista, adherente al partido de los trabajadores que era el ejercito
revolucionario del pueblo; y por el otro lado cuando ingreso a la escuela
secundaria en el 1972, ingreso a una escuela que políticamente fue peronista en
sí mismo y la paradoja que tenía era que fue netamente católica. Era el colegio
Estrada, tal es así que en el primer año nosotros conformamos la posibilidad de
un primer centro de estudiantes en un colegio católico. Mi referente ahí era
Mario Montoto, que terminó siendo apoderado de Firmenich, uno de los líderes
Montoneros. Pero en mi división terminamos dentro de la alianza de la juventud
peronista, que también estaba en el barrio. En diagonal 77 enfrente de la
estación de servicio Esso, funcionaba la Alianza de la juventud peronista, que
tenía en el ala universitaria al FAEP (Frente de Eva Perón). Pero éramos siete
en nuestra división, y nuestro profesor de Religión era peronista, que luego terminó
en montoneros. Así que nos hicimos en el barrio, en la escuela, en referentes.
La particularidad es que terminamos todos echados del colegio católico que
dependía directamente del arzobispado de La Plata. Duré un año en ese colegio.
Pero no asustaba
para nada la participación política o estar en una organización política.
Además, si uno eras partícipe de esas movilizaciones veías que había muchísima
adhesión, muchísima gente, eran cuadras y cuadras por lo cual uno se
entusiasmaba mucho más, cuando esa multitud te marcaba que se estaban haciendo
bien las cosas.
Así empezamos,
en el año 72, con la primera conformación del centro de estudiantes porque
veíamos que todo venía muy rápido. En el año 73 nosotros participábamos con el
advenimiento de la democracia. Yo en ese momento estaba en la UES, porque
cuando se fusionan FAR y Montoneros, se fusiona la Alianza de la Juventud
Peronista, la FAEP con la JUP y se crea la FUP, es decir que se crea Montoneros
estrictamente. Entonces nosotros pasamos al ala secundaria que era la Unión de
Estudiantes Secundarios. La otra rama que se fusiona es con el MAS (Movimiento
de Acción Secundaria) que era estrictamente de la FURP, mas cercana a
Montoneros. Casualmente el referentes de MAS era Patullo Rave, que lo matan el
24 de diciembre de 1975 cuando lo van a buscar a su casa en 8 y 40. Apareció
colgado en un puente en Berisso, asesinado por la Triple AAA. Digo todo esto
porque nada nos asustaba en el barrio.
¿En que momento usted empezó a tener realmente conciencia
de decir, no es tan simple lo que estamos haciendo o a alguien le puede
molestar?
No, era muy
difícil, porque la posibilidad de la vuelta de Perón a nosotros nos legalizaba
la violencia. Digo, aquel que la tenía intelectualmente consciente y aquel que
no la tenia intelectualmente consciente, sabia que el objetivo era la llegada
de Perón. Digo esto, porque a mi me diferenciaba que yo nunca fui lector como
otros compañeros. Siempre seguía un sentimiento de la posibilidad de que yo
veía en los sectores del peronismo. La discusión era que yo veía sectores
sociales realmente bajos que podían llegar a constituirse políticamente o
partidariamente a través del peronismo, que era una salida para ellos.
Había
compañeros, amigos míos, que desde la izquierda en sí misma, veían al peronismo
como un obstáculo más para esas clases sociales que como una posibilidad de
beneficio para las clases sociales. Era una discusión entre nosotros, con
chicanas de adolescentes, pero que generalmente eran respetables y con una
búsqueda constante. Pero todo estaba significado en la posibilidad. Cuando vos
decís la violencia en sí misma, y nosotros buscábamos en actos relámpagos
colgar una bandera porque por el otro lado se sabía que se estaba combatiendo con
la dictadura, por lo cual eso generalizaba cierta confrontación.
En el
advenimiento de la democracia, en la estructura donde yo estaba en el
peronismo, vino la contradicción porque nosotros veíamos que teníamos la
posibilidad, de tener o ser gobierno en ese periodo democrático, mientras que
los amigos que venían de izquierda seguían su camino de decir que lo que había
triunfado era Marx. Un gobierno popular, fascista, de obstáculos. No eran
discusiones universitarias, ni barriales, ni obreras: eran discusiones secundarias,
porque todo se resolvía a una gran velocidad; se tenía la novia, se realizaban
las peñas, que organizaban lo sectores universitarios y barriales donde
nosotros íbamos de modo recreativo. Era todo muy rápido, les puedo asegurar que
tampoco era para detenerse a pesar si estábamos haciendo bien las cosas o no.
Perón todavía no había vuelto, así que por qué parar.
Así que con las
movilizaciones, con la asunción de Cámpora, con la asunción del peronismo, era aún
más motivante todavía.
Nosotros salimos
del movimiento secundario. Creamos las primeras organizaciones con compañeros
que venían de la militancia política partidaria, donde se radicó la realidad de
los centros de estudiantes.
En el año 73, en
la ciudad de La Plata, se formaron centros de estudiantes en 19 colegios con la
consigna de participación y centros libres, porque las contradicciones eran que
en el ministerio de educación los centros de estudiantes tenían que ser
dirigidos y organizados por las autoridades del colegio. Eso significó
resistencia, lo único que pudimos hacer es coordinar, no la forma organizativa
de cada colegio, sino coordinar la consigna de que cada colegio se tuviera que
organizar independientemente de las autoridades. Después si era por votos de delegados,
cada división elegía un delegado, pero la verdad es que nosotros buscábamos los
mas politizados, organizaciones partidarias, confrontar con listas de color
político, o sea, el peronismo por un lado, la juventud guevarista por el otro;
lo socialistas por el otro, los comunistas y los radicales, de la franja
morada, por el otro.
En el año 74 la
coordinadora de estudiantes peronista, que después se hizo una coordinadora de
estudiantes secundarios, fue más multipartidaria por compañeros independientes,
donde se organizaron los primeros viajes recreativos, viajes de fin de curso,
que se hacían o que hoy cuando los chicos viajan a Bariloche o a Córdoba.
Nosotros los hacíamos sobre provincias como Formosa, Jujuy. Íbamos a hacer
trabajos solidarios, teníamos la instancia de que cada centro de estudiantes se
había organizado con secretarías de apoyo escolar, secretarías de solidaridad. Yo
principalmente fui con cerca de 500 chicos a Jujuy a realizar diferentes
actividades: nos establecimos en pueblos a pintar las casas, a hacer pozos para
cloacas. No hay que olvidarse que también que la juventud peronista, donde
militaban nuestros hermanos mayores, habían organizado el operativo Dorrego,
que era conjuntamente con el Ejercito Argentino, el hecho de ir a zonas mas
carenciadas a trabajar en obras de infraestructuras, así que estábamos consustanciados
con todo un trabajo solidario.
Pero que pasa,
en el año 74 muere Perón, al margen de haber sido testigo de todas las movilizaciones
peronistas como Ezeiza, CGT o Vicente López en la recibida de Perón. Pero con la
muerte de Perón es cierto que hubo una división muy profunda en el estudiantado
secundario, como lo fue también en el universitario. Nosotros que veníamos de
creer en que Perón podía llegar a liderar otro proceso, un proceso de
liberación. El primero de mayo estuve en la plaza cuando le pedíamos a Perón
que mire a su costado para ver a sus hombres del entorno que políticamente
estaban sustentando, o él estaba sustentando, era López Rega.
Nosotros ya
veíamos y deslumbrábamos que ellos eran los que podían llegar a obstaculizar un
proceso de liberación. Perón nos echa y nos vamos, pero la verdad nunca supe,
pero siendo muy joven, me fui; nuestra columna que era la de La Plata nos
vamos. Pero veíamos que Perón estaba ahí, que teníamos como imagen referencial
o lo que habíamos seguido. Cuando volvemos a La Plata, en realidad yo entre en
crisis.
Yo me voy de la
UES, que era adherente al movimiento Montoneros. Yo la verdad que me voy porque
entro en contradicción. Al muy poquito tiempo muere Perón, más contradictorio
todavía, así que yo que venia de una extracción peronista muy arraigada,
empiezo a escuchar a mi mejor amigo que era de la juventud guevarista; cambio
de referente pero por contradicciones, por ver inclusive de que ya era
imposible que un gobierno peronista, con López Rega e Isabel, genere el
proyecto que uno venia estudiando de la calle, del estilo Jauretche, Arregui.
Con López Rega o con Isabel no lo veías mucho; a Evita menos, encima nosotros
éramos jóvenes que juntamos a Evita con el Che Guevara permanentemente, tal es
así que en alguna circunstancia dentro del peronismo hasta llegábamos siendo
mas del Che Guevara que por ahí compañeros de la Federación Juvenil Comunista.
En ese momento no teníamos marcada la referencia porque ellos también vivían
sus propias contradicciones: del Che o de Cuba con respecto al Partido
Comunista Argentino.
En el 75 llega
la crisis política, la crisis económica, la crisis social. Con eso llega el
boleto estudiantil secundario que fue producto de la crisis económica, pero que
no fue producto del imaginario del movimiento estudiantil secundario. Lo creó
la crisis económica-social, porque una hiperinflación muy aguda donde primero
se traslució en nuestras casas, con la falta de trabajo.
Y la
particularidad era que en La Plata los colegios más movilizados y fuertes eran
colegios tanto nocturnos como industriales que tenían un arraigo de barrio o de
popular de padres trabajadores que, principalmente, venían de la militancia de
Berisso y Ensenada.
Yo ya
participaba en una célula en Berisso. En ese momento cursaba en la escuela de
12 y 60, que era la Legión Extranjera, donde estaban todos los repetidores de
otros colegios echados, donde la particularidad que tenía, era que el colegio
aceptaba.
Así fue que la
coordinadora de estudiantes secundarios tuvo que abrirse, ya no era específicamente
de Unión de Estudiantes Secundarios como había sido su nacimiento porque a través
de esos viajes recreativos de 1974, lo que había pasado, es que compañeros de
Rosario, de Mar del Plata y de Bahía Blanca, iban todos hacia una misma
provincia, pero todos organizados desde el gobierno peronista.
Pero llegó el
momento que la gran participación, o para ampliarla, se tuvo que hacer estructuras
muchos mas amplias que la de la Unión de Estudiantes Secundarios. Además porque
el movimiento de izquierda también era muy amplio; junto con los compañeros del
movimiento socialista como los del movimiento radical, nació la Coordinadora de
Estudiantes Secundarios en la ciudad de La Plata, cuando en una asamblea en el
Normal 3 decide el boleto estudiantil secundario, pero el tema de decidir el
boleto estudiantil secundario fue propuesta por los colegios industriales en
función de la crisis económica. Que pasaba, en la ciudad de La Plata, nosotros
con respecto al colegio de 12 y 60, nosotros íbamos a la mañana, pero a la tarde
se hacía educación física en las afueras, donde hoy está, el Estadio Único.
Pero al lado está el complejo, entonces eran cuatros boletos: uno para ir a la
escuela, otro para volver a tu casa, comer, dejar las cosas, volver al Estadio
Único y después volver a tu casa. Que pasaba, esto, en las casas mas
carenciadas, en realidad era un costo doble, entonces se planteó la idea de
reducir el boleto para que de las cuatro instancias que vos puedas utilizar, en
realidad sea una, la reducción del 50 %, así nació.
Pero por
supuesto que se fue profundizando. Con la propuesta de los colegios no
industriales, la adhesión fue la de los colegios nocturnos, y en realidad sí
hay que decirlo, la gran solidaridad que había y la gran actividad que había en
el movimiento estudiantil secundario, o en los secundarios de distintos
estratos sociales, hacía de que todos comprendieran la necesidad de esos
compañeros en la cual, si seguían pagando, tenían que dejar de estudiar, porque
la contradicción en la casa era: tenes que trabajar porque el gasto de estudiar
no lo podemos solventar mas.
Se voto salir a
pelear una reducción del boleto, fue creciendo porque en realidad fue el 50% pero
después se llegó a una rebaja que solamente lo que le salía al público en sí
mismo el boleto, tenia que salir solo un 10 % nada mas de lo que pagaba un
hombre común en los estudiantes secundarios.
Pero se fue en
las discusiones, en las manifestaciones, pero lo primero que se hizo fue
generar la adhesión del gran conglomerado de los estudiantes secundarios, fue
una bandera que la tomaron todos.
¿Para ustedes fue un paradigma clave a nivel movilización
lo del boleto?
Fue un paradigma
clave y estas cosas surgen que no sabes como, porque en realidad desde la Secretaría
de Recreación hacías fútbol, fiestas, revistas, movilizaciones, vóley para las
chicas, música, compañeros que tenían conjuntos de rock; porque uno siempre
intentaba ver como puede llegar a generar la mayor participación.
¿Pero el boleto les sirvió para conglomerar?
En ese momento
para los lideres de las organizaciones políticas creyeron que el boleto iba a generar
la manifestación de los compañeros mas independientes. Esto surge porque muchos
hubieran pensado que por otro lado tenia que haber nacido, con algo mas de
conciencia política partidaria que por el solo hecho de querer un boleto mas
barato.
¿Entonces ustedes no tenían en el horizonte la muerte?
No, nunca, ni de
ir presos.
¿Y en su caso?
En mi caso,
hasta el momento que me pasó. Aun habiendo represión, pero que pasa: no era mas
que una represión de las que yo vivía inclusive en lo particular, yo era de la
hinchada de Estudiantes, desde muy chiquito fui, entonces siempre en alguna
confrontación cuando íbamos a Avellaneda, cuando salíamos afuera. Era
previsible la confrontación, lo que te podía pasar en la calle, sumado a que
nos habíamos nutrido de represiones, porque a los compañeros del movimiento
universitario o también a los compañeros trabajadores tenían su refriega en la
calle como. Los veía pasar corriendo y lo máximo que veía era gases
lacrimógenos, ni siquiera balas de goma, solo gases lacrimógenos y por ahí si
se podía suscitar alguna muerte.
¿No se sentía nombrar, escuchar nombrar “aquel
desaparecido que no llegaba a su casa”?
No, después que
pasó: nosotros en septiembre de 1975 conseguimos el boleto, terminamos muy alto
en referencia política el colegio con esa victoria. Pero vinieron las
vacaciones y volvimos recién en marzo a la escuela. En enero se dejaba de
militar, propiamente en nuestra edad. Yo ese verano del 76 me fui con dos
amigos de mochileros al sur.
¿Eran vacaciones para todos?
Y nosotros
volvimos a fines de febrero diciendo que pasa, quien está, como sigue todo
esto. Nos encontramos con el golpe muy arriba. Además ya arrastrábamos la
muerte de Perón, la naturalidad del gobierno desastroso de Isabel Perón. Había
pasado la efervescencia de la vuelta de Perón y eso sí nos había marcado. Ahí
si no tenías vacaciones. Tenías la necesidad de que vuelva y ese era el
objetivo político.
Con Isabel en
realidad ya era la normalidad el desastre, uso y costumbres, nos podíamos ir que
iba a seguir siendo un desastre. Ahora que pasa: el 24 de marzo a nosotros nos
agarra volviendo. Volvemos al centro de estudiantes. Vos no te olvides que
nosotros tardábamos cerca de 60 días para volver a tomar el ritmo del apertura
de los centros de estudiantes. Eran 60 o 90 días, porque tenia que ver con el
ritmo que traía tu novia…no hay que olvidarse que éramos adolescentes, así que
todo ese juego del despertar de la sexualidad estaba, así que a nosotros el 24
de marzo nos agarra diciendo: ¿cómo, donde estamos? Más con la particularidad que tampoco te llamaba la atención un Golpe de
Estado. Si lo teníamos conceptualizado como posibilidad por lo que había pasado
a lo largo de nuestra historia. Nunca determinamos que era él “Golpe de
Estado”. Así que pasamos muy fácil, muy rápidamente, del golpe de Estado a cerrarse
el centro de estudiantes, pintada, volanteadas.
Lo que sí
empezábamos a notar era el cambio en las autoridades, en los preceptores, en
los profesores que generalmente eran mucho mas politizados que nosotros. Pero
en realidad no teníamos ese contacto directo como “en que anda profesor usted que me está hablando de la resistencia, de la
guerrilla…que me está hablando de Cuba, de Vietnam”. Porque también el profesor piola, progresista o revolucionario, o el que
podía estar militando en una organización política revolucionaria tampoco nos
agarraba a nosotros en la clase de matemáticas, sobre ciencia naturales y nos
bajaba línea, no había eso.
¿No había un consejo que les decía “jóvenes tengan
cuidado”?
No, no. A mi me
sorprendió después de estar desaparecido, de la cárcel, enterarme de cómo era
esto de las víctimas o de los organismos de los derechos humanos. Saber que el
profesor que nos enseñaba matemática o geografía, estaba en organizaciones
revolucionarias. Y nunca nos dijeron una palabra, ni nos guiñaban un ojo.
Nunca.
Pero uno no
tenía eso, porque uno también vivía en su propio contexto de estudiante secundario
sabiendo que en si mismo, que tal vez el presidente de UES o el responsable máximo
de la Juventud Guevarista por ahí llegaba a tener contacto con uno del Partido Revolucionario
de los Trabajadores o del ERP. Pero nosotros en si mismo, en la escuela, en la militancia
de la coordinadora, se nos hacía muy difícil. Nadie te invitaba a tomar un
cuartel, generalmente no existió eso en el movimiento estudiantil secundario.
Vos podías pasar al nivel secundario y ahí sí conformar células, pero no una
célula revolucionaria del movimiento estudiantil secundario tomando un cuartel
o una comisaría o robando un banco. No había antecedentes, ni los hay.
¿Ustedes tampoco se autocritican diciendo que ilusos que
éramos en ese momentos?
No. Yo siempre
me acuerdo que desaparecí en septiembre del 76 y sobre abril-mayo de ese mismo
año, un compañero universitario nos junta y nos dice se terminó, está todo desarticulado.
Sálvense como puedan, buenas noches nos dice.
¿Cambió su actitud a partir de ese consejo?
No, no cambie,
ya era totalmente tarde. En abril del 76 las organizaciones revolucionarias estaban
militarmente desarticuladas y políticamente desarticuladas. Organizativamente desarticuladas.
Vos ya no tenías una posibilidad, salvo que se juntaran con un compañero en el baño
y pintar: “fuera la dictadura”.
Eso lo hacíamos
en función de que algo nos podía llegar a pasar o que la dictadura militar era diferente
a otras porque la presencia militar en las calles era muy severa por lo cual
eso sí lo sentíamos y mucho porque se percibía. Y además había una cosa: sobre
fines del 75 hasta marzo-abril era muy mediático el tema de los
enfrentamientos, de los supuestos enfrentamientos, porque en realidad empezaron
a haber muchos compañeros desaparecidos que morían en enfrentamientos, en
simulacros de enfrentamientos. Entonces vos tenias que leer el diario El Día como generador de opinión y leer que todos los días había
enfrentamientos y muertes. Por un lado tratando de justificar el orden, pero a
la vez, estableciendo la guerra.
En una época
quede solo, y sí, es cierto que por sobre octubre me podían venir a buscar por
lo que había hecho, no por lo que estaba haciendo, porque no estábamos haciendo
nada. No teníamos organización. Tené en cuenta que nosotros del 72 al 75
teníamos organizaciones políticas con discusiones; lo que se podía llamar una
grupo de amigos diciendo, vamos a tirar esto, aquellos se encargan de estos,
nosotros de aquello. Ya no había nada posibilidad de nada.
Así que el 76
fue en función de esperar que te vengan a buscar por lo que habías hecho. Yo siempre
me acuerdo que sobre un hecho el 4 de agosto, donde en el colegio Nacional,
donde cursaban los compañeros Favero, Pastrana, los fueron a buscar y en 15
minutos los hicieron salir de la escuela, porque habían hecho pintadas en los
baños, y que a algunos de estos compañeros se los habían llevado. En la
particularidad de nuestra escuela habíamos hecho un problema, porque sobre
agosto hay un aumento del boleto en general, donde se suspende el boleto
estudiantil secundario. Por eso, en realidad al boleto estudiantil secundario
lo suspenden en agosto del 76, y cuando se suspende, nosotros creímos tener la
posibilidad de volver a rearmar el MES en una resistencia contra la dictadura.
No se hizo nada, porque nosotros lo que no sabíamos que en muchas casas de
nuestros compañeros independientes en realidad lo que ya estaba pasando, eran
los desaparecidos.
Yo siempre digo
que ha habido compañeros independientes que supieron antes que nosotros lo que
estaba pasando, porque en realidad en nuestras casas nos enteramos cuando nos
pasó a nosotros. Pero como ya venia sucediendo en toda la ciudad de La Plata
había compañeros que estaban en movimientos independientes, que tenían un
hermano, o un tío, o el padre o un familiar que había sido desaparecido, por lo
cual cuando quisimos volver a realizar manifestaciones, salimos solos.
Es que me parece
que la suspensión del boleto secundario sobre agosto ya de 1976 era en la búsqueda
de que al estar la represión, por así decirlo, no terminada, pero en gran parte
con el objetivo cumplido sobre los otros sectores universitarios, trabajadores,
barriales la concepción era el semillero posible de una resistencia. Creo que
el hecho fue identificar a quien tuviera la posibilidad de liderazgo con
respecto a organizar una posible resistencia cuando se pasara a extractos
institucionales más adultos; para eso encajábamos bien porque sí es cierto que
hay un don de quien puede ejercer el liderazgo, o en realidad la idea de identificación
no era sobre ninguno de nosotros, sino la concepción organizativa que nosotros
teníamos en cuanto a generar resistencia desde esas propias organizaciones.
¿Por lo cual ellos tenían argumentos porque Uds. ya
habían logrado cosas?
Sí, claro había
una repercusión. Yo creo que nosotros al no visualizar el contexto real en el
que nos encontrábamos seguíamos discutiendo con la directora que, en realidad,
era la esposa de un marino y discutíamos con el preceptor de la escuela que
había llegado y que en realidad era del servicio de inteligencia.
En realidad
discutíamos con el profesor nuevo que había suplantado a la profesora de geografía,
que en realidad era de la escuela de marina y que a su vez para ellos fue muy
fácil. No hay que olvidarse que el ministerio de Educación de la provincia
estaba en manos de la marina, el que regía nuestro colegio era la marina, así
que la conformación de las listas fue real. Y yo creo que era muy fácil decir
bueno, a ver, conceptualmente la idea del Coronel Camps, que en ese momento era
el jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires que estaba intervenida
por el primer cuerpo del Ejercito, fue la identificación de esos estudiantes secundario
que pudieran llegar a no tener una reeducación ideológica, así que me parece
que la desaparición era algo que iba a suceder, algo que estaba a la vuelta de
la esquina.
¿Y cuándo llegó?
La
particularidad es que yo tendría que haber desaparecido el 16 de septiembre. Lo
que pasa es que ese día yo no estaba en casa, estaba durmiendo en la casa de mi
amigo que militaba en la Juventud Guevarista. Yo creo que ellos sabían que yo
no estaba en casa, porque al otro día, a la mañana volvieron a buscarme. No
sabían conceptualmente dónde yo estaba parando. Lo que pasa que entre el 16 y el
21 yo no sabia a donde ir, charlé con un amigo y nos planteamos viajar a
Tucumán, no teníamos dinero para el tren, no teníamos nada. Yo empiezo a
decirle a mi mamá que me quedaba a dormir en lo de Juan Diego, me voy a quedar
otro día a dormir, pero en realidad yo ya no sabía qué hacer.
El 20 de
septiembre lo llamo a mi padre para encontrarme con él y decirle mirá: papá pasó esto, no sé dónde están los chicos amigos míos. Yo el 19 llamo a la madre de uno de los chicos, supuestamente el amigo
mío Víctor Treviño, que había desaparecido y me dice que su hijo se fue de
vacaciones. La particularidad de las familias de clase media de La Plata fue un
fenómeno en sí mismo, porque lo peor que le podía pasar a una familia
conceptuada como familia entre comillas era tener un hijo subversivo. Era peor
que drogadicto y mucho peor, el qué dirán.
Entonces había
un ocultamiento por parte de tu familia de lo que estaba ocurriendo y eso fue lo
que más perjudicó, a mi parecer, también el hecho de que nosotros no tuviésemos
la real dimensión de lo que estaba pasando. Con el hecho de que se había ido de
vacaciones, yo digo que raro y mi mamá después se lo dice a Juan Diego, el 22
al 23: no Pablo está en Misiones, fue a la casa de unos parientes, se lo
llevaron. Hasta el día de hoy Juan Diego que sobrevivió, me dice: yo creí que estabas allá.
Y el 20 cuando
yo me junto con mi papá, le digo me parece que está
pasando algo: “no -me dice mi papá- contame que hiciste”. Entonces yo
le cuento: actos relámpagos, la militancia en la UES, en la Juventud
Guevarista, tiré folletos. Siempre me acuerdo que él, ingenuamente también me
decía “Ah, pero si no pusiste bombas, no mataste a nadie”, esa era la concepción de que “volvé que yo les explico, si
te vienen a buscar, yo les explico. Te acompaño a la comisaría”. Porque en la mayoría de los
casos hubo algunos padres que fueron llevando a sus hijos como el caso de
Miñone, muy conocida en el hecho de que los llevó y los militares le dijeron:
“espere acá” y su hijo nunca más volvió. Yo le digo bueno y me convenció.
A las 4 de la
mañana del 21 de septiembre yo me iba a costar e ingenuamente había preparado
un bolsito con la coca, el sándwich porque era el día de los estudiantes. Iba a
ir de pic-nic con los compañeros que quedaban. Pero esta concepción de tirar la
puerta abajo, mi padre no pudo explicar nada porque enseguida le pegaron, lo
tiraron al piso. Su concepción de ejército sanmartiniano se desvaneció en el
instante y muy rápidamente me ponen en el piso de un Peugeot y me llevan a un
centro clandestino. Ya vendado, me dicen que por tres meses no me iban a sacar
la venda. Así que me encontré parado durante muchísimas horas y todavía con el
turno de que llegue la tortura, hasta que después de muchos gritos, me tocó a
mí. Deben haber pasado como 18 o 19 horas hasta que me toco a mí, mi turno. Y
el interrogatorio era en función del nombre de otro chico que había militado,
que había participado o de quien te acordaras.
Yo creo que
ellos sabían que nosotros no nos movíamos con una concepción de organización política
de célula, sino que todos los amigos que vos tenias se había hecho una cadena
de militancia. Digamos, que no era “dame el nombre de otros cuadros políticos,
dame el nombre de otro amigo”, porque la concepción yo creo que si tenían en
claro era que nosotros nos movíamos en función de afecto, de relación con
amigos así sea del barrio, por casualidad o por la escuela. Pero tu mejor amigo
tenia que haber participado con vos o seguro te hizo participar.
¿Considera que es necesario por ejemplo volver a narrar
lo que era un cautiverio para dejar establecido que nos pasaba eso, o lo que
queda solamente lo sabrán ustedes?
No, yo he vivido
dos instancias muy diferentes con respecto al proceso de un sobreviviente: el proceso
de la victima que cuando sale por pudor nos cuenta lo que pasó; y por el otro,
con el tiempo deja de tener la fase heroica, tan necesaria como para que no te
juzguen, ya sea como traidor, como colaborador, como inmoral o como falto de sentimientos.
Mira hay un
hecho que después de casi 20 años surge la posibilidad de dar una charla con algunos
otros sobrevivientes y uno era sobreviviente de Auswitch: se llamaba Jack
Fucks. El decía también ante un publico, estudiantes muchos de psicología, que
cuando un día volvió de trabajar, veía que faltaban algunos de sus parientes.
Él, en su caso, entró a los 17 años, con todo el árbol genealógico de la
familia, entonces dice que cuando vos volvías y no estaba tu tío, llegabas al
pabellón y sentías una gran alegría por estar vivo y te dormías muy rápido
porque estabas muy cansado. Yo hubiese contestado, con una gran angustia o
resentimiento, creo que eso era lo que pasaba.
El ser humano,
en principio uno se aferra a estar vivo u otros, en los simulacros de fusilamiento,
que te pasaba una cuestión fisiológica de que te meabas encima. No es que gritabas:
“viva montoneros y la Patria” y te abrías el pecho y
morías. Hay quien lo hacía, pero en realidad eran lo mas
adultos, los que habían confrontado directamente y los que sabían que estaba en
organizaciones guerrilleras y los que en cierta forma sabían que era una guerra
de guerrillas, pero no todos. Yo tengo la particularidad de que se gritaba mamá y papá, no quiero morir. Por eso te digo, que
sin entrar en juzgamientos la particularidad de que cada uno reacciona y que
nadie puede juzgar que la reacción de otro sin haber pasado la tortura, son inevitables
las reacciones.
Pero el hecho de
contar fue la gran contradicción, porque yo tuve que hacer la primer película de
la democracia en base a contar los hechos y el mensaje y lo que uno quiere
decir. Yo había estado con un compañero que me había dicho de otras
experiencias, que lo que hagas audiovisualmente va a quedar para toda la vida,
pero vos lo tenes que estar pensando en lo que querés motivar en el momento en
el que la haces y saber cuál es la evolución en el proceso que tiene que hacer
en una sociedad en todo caso en salir de eso y avanzar sobre eso.
El testimonio
crudo en sí mismo, la victima no lo puede aguantar y la persona que lo escucha tampoco.
Si humanamente trabajaste sobre valores de sensibilidad, primero porque la
victima recordará el cuerpo quemado, las violaciones y eso te va llevando o la
tortura de otro compañero ausente, te va llevando a un momento de sensibilidad
que se termina llorando en un marco de no poder aguantar el momento vivido. Y
por el otro lado, vos jugas muy en el límite de trasladar el error como
sinónimo de paralización porque en realidad la represión no era generar el
miedo sino el terror como sinónimo de paralización. Y el testimonio crudo pasa
a tener una concepción de parálisis en la persona que lo está escuchando,
también en función de sobrevivir.
Entonces el
hecho era que también se tiene que conocer, porque yo no creo que a mi me haya torturado
un demonio, la verdad que me torturó un hombre. Este mismo hombre, Jack Fucks, me
dijo que el hombre es potencialmente bueno y potencialmente malo, porque la
concepción es que el mismo hombre que acaricia la cabeza de su hijo cuando
llega a su casa, es el que te puede torturar creyendo que es un trabajo. Así
que yo creo que a veces el tema del testimonio crudo es lograr que el ser
humano se avergüence de lo potencialmente malo que puede ser. Yo creo que uno
tiene que sentir el llanto de una chica de 16 años siendo violada, siendo torturada;
creo que eso hace bien para avergonzarte en un momento determinado de que uno sienta
el olor a carne quemada, a desgarro, pero tal vez por la vergüenza que tiene
que tener el ser humano de lo capaz que puede ser si deja de ser potencialmente
bueno.
Nosotros tuvimos
que rehacer una generación, o tuvimos que rehacer una familia o tuvimos que
rehacer una sociedad. A lo que yo voy es que nosotros tal vez más que victima,
más que justicia para nosotros mismos, tendremos que haber reeducado una
sociedad, en que nunca tenga que volver a pasar por lo que nosotros pasamos.
Yo quiero que mi
hijo tenga sensibilidad social, tenga solidaridad, tenga la posibilidad de
llorar y de pasar vergüenza por la pobreza, de lo que le falta al otro, mas que
en sí mismo; no quiero que tenga resentimiento u odio sobre quien me pudo haber
torturado. La verdad para mi pasa a ser secundario, si reconozco que para las
familias que tienen un ausente nunca va a recomponerse la concepción de la
posibilidad que una sociedad tenga que llegar a ser justa, porque el tema es
que la ausencia misma esta marcando un dolor incomprensible, por eso creo que
en una familia donde falta un hermano, un tío, donde falta un padre, falta un
hijo, no le voy a reclamar que tenga una concepción de una sociedad justa.
Tal vez voy a
aceptar que él pida siempre justicia por ese hecho individual, pero el sobreviviente,
por haber sido militante político y sobreviviente político. Tiene que tener una
concepción de una sociedad mucho más injusta que la posibilidad de una justicia
individual. Digamos, esa es la concepción de la contradicción de todo esto.
¿Cree que la película por sí sola trasmite lo que usted
desearía?
No. Vuelvo a
aclarar. La película tuvo un mensaje muy corto, tenía la necesidad de un
mensaje muy corto. Nosotros nos manejamos con el prejuicio: nosotros sabíamos
cuando una sociedad que decía “algo habrán hecho” los que estaban desaparecidos, justificando la tortura o la muerte. Y que
pasaba: había una escena que fue largamente discutida que era en la estación ferroviaria
donde un adulto entregaba un paquete de revistas para yo distribuirlas.
Entonces la discusión fue: que ningún adulto me entregue la revista porque sino
salía la concepción de que nosotros íbamos a ser los inocentes y que nos habían
usado adultos en función de nuestra inocencia.
Yo no quería que
mi papa se justificara diciendo, “no, a ellos no les
tendría que haber pasado esto. Ese es el culpable, el que le entregó la
revista, el tipo de 35 años que le entregó la revista”. Ese era el prejuicio de una sociedad en la que nosotros teníamos que
manejarnos en la primera película, porque hoy hay una sociedad mucho mas madura
que entiende que yo tampoco tendría que haber desaparecido, como tampoco el
compañero de 35 o el de 40 años.
¿Había muchos condicionamientos?
Nosotros, la
vida que ponemos ahí, era la vida de unos adolescentes donde las circunstancias
de la militancia política no había sido lo prioritario. Porque a diferencia de
lo que hoy podemos decir, hoy podemos mostrar a un militante político en toda
su concepción de discusiones pero tal vez el adolescente deje también de
sentirse identificado. Tenías escenas donde el adolescente de por sí es muy
romántico; queríamos manejar la instancia romántica cuando hicimos la escena
del barrio carenciado, del apoyo escolar. En realidad es muy fuerte la imagen del
chico y la chica mirándose, pareciendo que ese es el contexto de la escena,
pero en realidad están en un barrio dando apoyo escolar. A lo que voy es, es
que hay una sintaxis cinematográfica. La concepción del apoyo escolar en el
barrio es lo que nosotros queríamos mostrar, esa instancia del compromiso
social que teníamos yendo a un barrio a dar un apoyo escolar, pero en realidad
quedó la escena esa muy marcada.
Pero por otro
lado el romanticismo existía, yo siempre digo: no hay un adolescente que no haya
dejado una poesía, no hay adolescente que no haya dejado en sus escritos una
poesía, o narrado un cuento. En principio un adolescente escribiendo una
poesía, está el hecho de la vergüenza, de la cargada. Indudablemente el
humanismo que teníamos adentro y la concepción de la sensibilidad nos llevaba a
describirlo de una manera en que uno podía llegar a lo que tenía a su alcance.
La poesía, el romanticismo, para nosotros, fue un hecho cultural, impresionante
y eso es lo que me marca de porqué por ahí nosotros estábamos cerca de la revolución,
porque no hay revolución política sin revolución cultural y en realidad
nosotros culturalmente, adentro teníamos la capacidad de escribir, de cantar.
Entonces que estos valores son y hacen a la concepción de lo que fue el hombre
nuevo y en realidad ahí está el hombre nuevo, cuando se pueda volver a escribir
los valores humanos en el hecho del amor, en el hecho de la pobreza,
indudablemente vamos a estar de nuevo en una sociedad mucho mas sana de la que
estamos viviendo.
Lo bueno es que
ahora se pueden decir otras cosas, además tampoco fue para nosotros el hecho de
hacer la película. Yo tuve gente al lado que me dijo esto es una hora y media,
no te salgas de ahí y, es el hecho del primer paso, lo que pasa es que hay
gente que no llegó a entender de que yo no podía contar la historia, porque la
historia era la consecuencia de muchos factores, muchas instancias, de muchos
hechos, era la historia que corrí contra el aparato represivo que todavía
existía, que no estaba desarticulado.
¿Y usted siente que ese fue el primer paso? ¿Se han dado
otros pasos?
Si, si, hubieron miles, están
ustedes. A mi me parece que, esta bien, es la primer película que ven los
chicos de 13 y 14 años. Aún hoy, de haberla hecho en el 85, es la primer
película que ven, pero yo no digo de que no sea toda la historia, porque si
tengo que refrescar todo lo que vino después, es muy difícil, pero el hecho de
hacerla. Además de las anécdotas que pasamos, para tratar de que nosotros nos
encontrábamos en el 86 y la ropa que usamos fue la ropa que usaban los chicos.
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